Los retos de la Cuarta Transformación

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Omar Carricho Mena


“Para ser creativa, no basta que una revolución sea desbloqueadora; es preciso que el Estado reconstruido por la revolución no sea un Estado que vuelva a bloquear.” Giovanni Sartori.

Sin duda la Cuarta Transformación encabezada por Andrés Manuel López Obrador ha dado mucho de qué hablar y ha dejado mucho para analizar. Pero más que perdernos entre fechas y acciones polémicas, me gustaría hacer visible algo que poco a estado en discusión y es el movimiento ideológico que ha encabezado el presidente desde su victoria en julio de 2018.

De nueva cuenta el discurso ha antecedido a las acciones, hoy lo que no se prueba con hechos se declara desde la tribuna matinal del presidente. “Yo tengo otros datos” ha sido el contra peso oficial a las demandas de sus opositores, ante la falta de un contraste de acciones o de resultados, se ha recurrido a los enemigos de siempre y a los nuevos. La mafia del poder, los conservadores, los fifis, se han convertido en los responsables de que el país no marche bien o que el presidente no pueda lograr su cometido.

El hampa de la prensa es la encargada de desestabilizar al gobierno de MORENA, con notas malintencionadas exageran los “problemas” que vive el país y por lo tanto bajo instrucción presidencial es deber del pueblo sabio desprestigiar aquello que no coincida con la realidad que se maneja en Palacio Nacional. No olvidamos que, ante la exigencia de combatir la inseguridad en la Ciudad de México a la Jefa de Gobierno, en evento público el presidente la hizo ver como una víctima de la oposición y no como la responsable de los pobres resultados en materia de seguridad.

Y es bajo esta perspectiva que el gobierno actual ha marcado que ante cualquier critica se utilizará el discurso presidencial como medio de contrapeso. La alta aprobación con la que cuenta Obrador lo respalda, y su popularidad no tiene para cuando disminuir debido a que su política social se basa en la entrega de apoyos económicos directos que, si bien muestra opacidad en sus reglas de operación y ha sido acusada por la oposición como una medida clientelar, no hay nada que agrade más a la gente que recibir dinero del gobierno.

Pero volvamos al tema central de este breve escrito, qué sucede en lo social. Nuestro país en definitiva se encuentra en un proceso de revolución institucional que afortunadamente se dio sin necesidad de un movimiento armado, pero no por ello ha dejado de ser violento. Si bien podemos definir según Max Weber al Estado como el “monopolio del uso legítimo de la fuerza”, debemos señalar que la administración actual ha utilizado los medios públicos para ejercer la “violencia” en contra de los que se le oponen.

Para comenzar con este análisis hagamos una pequeña diferencia entre fuerza y violencia. Según Giovanni Sartori “La fuerza manda, impone, subordina; la violencia agrede, hiere, destruye.1” Lo que nos indica que un gobierno que desestima, que ofende o que genera división no está respaldado en el uso legítimo de la fuerza, sino que está violentando a sus opositores o a los que no están en concordancia con sus acciones.

Pongamos como ejemplo de esta situación el caso de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), quien realizo recomendaciones sobre el caso de la cancelación de las Estancias Infantiles, mismas que el mandatario calificó como vergonzosas porque bajo su perspectiva lo exhortaban a violar los derechos humanos, a lo cual la CNDH respondió que era responsabilidad del ejecutivo no desinformar a la ciudadanía y aclaró que sus recomendaciones están basadas en las quejas realizadas por los ciudadanos afectados por la cancelación del programa.

Bajo este panorama, observamos que el mensaje presidencial se ha consolidado en la idea que ha difundido en sus seguidores, de que su gobierno está trabajando contracorriente, que su lucha contra la corrupción bajo el auspicio de la austeridad republicana se ve en dificultades por los vicios heredados de los gobiernos anteriores. Ese discurso que durante muchos años fue grabando en la mente de sus seguidores, hoy cobra frutos. Actualmente los enemigos del pueblo sabio son todos aquellos que no siguen la dinámica del mensaje matutino de Palacio Nacional, todos los que cuestionan o tienen la valentía de poner en duda si la realidad en la que vive el presidente es la que situación a la que se enfrenta el país.

Esa idea que el gobierno impulsa de que hay mexicanos buenos y malos; de que hay villanos y héroes continúa dividiendo al país y ha pasado de lo político a lo social. En menos de un año se han realizado tres marchas en contra de las políticas del nuevo gobierno, lo que pone de manifiesto que hay una polarización creciente entre los mexicanos, haciendo evidente un desgaste importante en la credibilidad del mensaje oficial.

Si el rumbo de las decisiones no cambia, estaríamos a punto de caer en lo que Giovanni Sartori llama una falsa revolución, un movimiento que se anuncia con el propósito de eliminar los obstáculos sociales, económicos y políticos que limitan el progreso de una sociedad, pero que terminan por ser los máximos bloqueadores del avance social.

Los retos que se impuso la autoproclamada Cuarta Transformación son amplios pero el principal y que se mira más lejano es combatir la división social que genera nuestro presidente.

 


Referencias

1 Sartori, Giovanni; La carrera hacía ningún lugar; México, D.F.; Penguin Random House Grupo Editorial, 2016; pág. 27.

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