La moral en cuarentena

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Escrito por Omar Carricho Mena


"La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con Dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él."

La crisis sanitaria que estamos viviendo es una gran oportunidad de reflexionar sobre lo que acontece en el actuar cotidiano de la sociedad mexicana. Sin duda hoy vivimos en un tiempo en donde la información corre de mayor forma, en el cual las noticias internacionales pueden obtenerse en un instante. La aceleración radical que representa “La Internet” en la obtención de la información es un claro ejemplo de la ventaja de un mundo globalizad y conectado a la gran red.

Sin embargo, el escrutinio de la información se ha reducido, hoy la revisión y la certeza de que toda la información sea real no está garantizada en un mundo tan amplio y tan difícil de regular. En tiempo donde una Pandemia Mundial se hace presente, se requiere más que nunca información precisa y que permita tomar medidas adecuadas, lo que obliga a las instituciones gubernamentales a ofrecer datos y cifras reales, además de las medidas de precaución necesarias para minimizar el impacto negativo en el país.

En el caso del COVID – 19 la estrategia mundial que se ha puntualizado es el resguardo en casa, lo que permite disminuir considerablemente el contagio entre personas, empero, la medida se ha desarrollado de manera distinta en los países afectados. Por un lado, están los que han utilizado la fuerza pública para prohibir la salida de los hogares y gobiernos que han optado por la confianza en los ciudadanos para que se resguarden de manera voluntaria. No podemos ser omisos en que estas medidas corresponden a las particularidades de cada país, siendo un ejemplo México, cuya gran parte de su economía se localiza en el empleo informal, situación que disminuye claramente la posibilidad de obligar a las personas a no salir de sus casas.

Asimismo, debo aclarar que no es intención de este breve escrito polemizar sobre si las medidas ejercidas por el gobierno son las que se ajustan o no a la emergencia sanitaria. La verdadera intención del presente es analizar un poco lo que esta sucediendo en el acontecer cotidiano.

UNA CORTINA DE HUMO

Parte esencial de que una persona acate o no alguna instrucción es su capacidad de comprensión, lo cual representa que, si un sujeto no comprende la gravedad de una situación, no acatará las medidas necesarias para su control. Así podemos retomar una frase icónica de J. F. Kennedy “El gran enemigo de la verdad no es muy a menudo la mentira - deliberada, fabricada, deshonesta - sino el mito - persistente, persuasivo y repetido”. Sin temor a equivocarme, esta frase hace eco a lo que piensa el mexicano cada vez que se enfrenta a una situación similar “es una cortina de humo para que nos demos cuenta de... o esto es una conspiración de los países ... para conseguir ...”, entre otras opciones que pueden manejarse.

Esto no deviene de una actitud única de nuestro país, es una clara muestra de la desconfianza hacia los políticos que persiste en las democracias occidentales; ya que como muestra Lipovetsky en su libro “De La Ligereza”, existe un claro desapego del ciudadano hacia la política, desapego generado por lo ocurrido en antaño con “las dos guerras mundiales, el nazismo, las crisis económicas y el redireccionamiento de la economía al hiperconsumo”. Estos acontecimientos evidenciaron la imposibilidad de los políticos de cumplir con el reto que se les impuso, al no poder garantizar el bienestar de los gobernados ante esos sucesos, la idea de sembrar hoy para cosechar mañana fue desechada y se agudizo la idea del goce presente.

Bajo esta dinámica los ciudadanos a partir de la década de los 90’s comenzaron a desligarse de la política, mostrando su incredulidad ante la idea de que los gobiernos pudieran hacer frente a los retos inmediatos que se presentan en el país y el mundo.

Esa idea genera que la información que proviene del Gobierno siempre tenga un dejo de falsedad que nos lleva a no tomar en serio lo que se maneja en los medios oficiales. Aunado a esto, las primeras intervenciones de nuestro Presidente fueron en sentido contrario a la idea de quedarse en casa. El mensaje para evitar el crecimiento de una histeria generalizada mostraba empatía por las personas de economía informal y de alta creencia religiosa. El mensaje era claro, no entremos en pánico, ya que la fuerza del mexicano está en sus raíces y su familia, sin duda expresiones que fueron criticadas, pero que llegaron a su población objetivo. Sin embargo – de acuerdo o no en el mensaje – el impacto favoreció el aumento al sospechosísimo en gran parte de la población.

El mensaje presidencial combinado con la desinformación y el conspiracionismo de la red provocó que un gran sector de la población no atendiera las recomendaciones de la OMS, basta con señalar la edición del 2020 del Vive Latino que se realizo sin restricciones en la Ciudad de México a pesar de que el riesgo de contagio ya había sido señalado en nuestro país. Si bien, podemos señalar al mensaje presidencial como factor, no es el único responsable de la forma en la que los mexicanos hemos llevado a cabo el #QuédateEnCasa.

LA CAÍDA DEL DEBER ANTE EL BIENESTAR

Como lo mencioné antes, las condiciones económicas de nuestro país imposibilitan que el periodo denominado cuarentena sea obligatorio y que la fuerza pública esté en las calles para garantizar que se cumpla, pero ante esta cuestión podríamos hablar de que “es un deber” de los ciudadanos resguardarnos ya que “si te cuidas tú, nos cuidas a todos”, de ahí la duda de ¿por qué no se ha cumplido con la medida?

A pesar de que los mensajes oficiales por parte de las distintas autoridades señalan el aumento en la presencia de casos de contagio, seguimos sin acatar las medidas correspondientes. Las reuniones sociales continúan, los viajes de amigos o familiares existen, y la cuarentena ha sido tomada como unas vacaciones adelantadas por un sector de la población. La desatención a estas medidas, no corresponde a la falta de información, o a la desatención del gobierno, o a la ignorancia; es resultado de un proceso de desgate del modelo “moral” creado en la etapa moderna de la sociedad.

Para dejar claro este punto, me permitiré hacer un breve repaso de la evolución de la moral en el tiempo, lo cual será un ejercicio escueto por cuestión de espacio, pero que permitirá dejar en la luz algunos puntos.

Sin duda sean cuales sean nuestras creencias, la moral nace junto con la idea de Dios; lo bueno, lo virtuoso, lo mejor; son ideales apegados a lo sagrado. La idea de Dios como centro de la moral se exacerba en el siglo XVII con el cristianismo, pero ve su caída con la llegada de la Ilustración. Durante esos años se luchó por separar a la Iglesia del Estado y reivindicar al hombre racional ante Dios. Esta nueva forma de pensar, en la que el hombre racional está por encima de todo y que por ende es capaz de lograr el bienestar social, permite forjar una nueva moral, en la que “el deber ser” es el punto primigenio de la moral moderna.

De esa forma, la moral moderna se configura a través del bien común, limitando el comportamiento con base a los deberes para con los demás. El accionar virtuoso tenía que ver con el comportamiento del sacrificio, el amor a la patria, la familia antes que el individuo, es así como la felicidad individual queda relegada ante el bienestar común.

Sin embargo, como lo comenté atrás, a partir de la segunda mitad del siglo XX con las grandes crisis en el mundo a nivel social y económico, la modernidad quedo atrás y pasamos a lo que se denomina como posmodernidad, dentro de la que se encuentra la sociedad “posmoralista”, la cual abandona la idea del bien común y ubica al individuo como centro de su actuar. En esta sociedad, “el vivir bien” es el nuevo ideal moral. De esta forma, ante la imposibilidad de las instituciones de generar bien a los ciudadanos y con la tendencia económica volcada al consumismo, la dinámica social se centra en el “bienestar individual”, en el que podemos hablar de una moral sin obligación y sin sanción, donde lo bueno, lo virtuoso es juzgado desde el buen vivir individual.

De esta forma podemos observar que lo que permea en estos momentos en los sectores que no han hecho caso del aislamiento - dejando a un lado a los que salen por cuestiones laborales - es la idea de un bien personal, en el que primero está el disfrute individual, que el bien común. Así podemos observar, que ante la imposibilidad de hacer obligatorio el resguardo seguirán existiendo, sin importar lo delicado de la situación, sectores de la población, que actúen con el único interés de satisfacer su necesidad de bienestar.

LA VIDA EN CASA DE OTROS

Otro acontecimiento que ha marcado el comportamiento de los mexicanos durante la Pandemia es la sobrexposición de la vida privada. Aquellos que solemnemente han guardado la cuarentena han ocupado las diversas plataformas existentes en la actualidad para mostrar lo que está pasando en los lugares donde se encuentran.

Zoom, Tik Tok, Instagram, Facebook, Twitter, entre otros, son los medios usados por los mexicanos para comunicarse con el mundo, en donde las rutinas de ejercicio caseras, las llamadas en grupo para mantener contacto con conocidos, las bromas familiares, las recomendaciones sobre las medidas sanitarias oficiales y no oficiales, son algunas de las cosas que se pueden observar. Y es que si bien, la sociedad posmoralista pone en el centro el bienestar individual, también nos encontramos con una sociedad en la que “enseñarlo todo, decirlo todo, verlo todo” forma parte de nuestra vida, estamos hechizados por la exhibición de la intimidad del ciudadano corriente. Mostrar que nuestra vida es mejor que la de los demás, que somos más responsables que los demás, que estamos ocupando el tiempo en casa para ser mejores, no es más que nuestra necesidad de demostrar que somos los más virtuosos bajo una perspectiva posmoral.

LO QUE NOS ESPERA

Es preciso mencionar que los retos que se aproximan pondrán a prueba el actuar de nuestro gobierno y la capacidad de respuesta de nuestra sociedad. Sin duda es un momento crítico el que se vive en todo el mundo y que traerá grandes problemas en cada uno de los países afectados. Sin embargo, ante el escenario preapocalíptico que se ha diseñado en los medios de comunicación, hace falta detenernos a reflexionar que tanto estamos sujetos al bienestar instantáneo y cuánto hemos dejado la planeación a futuro.

Si bien, lo descrito antes puede ser un breve análisis de lo que acontece, la intención del mismo es invitar a la reflexión sobre la forma en la que estamos viviendo, no durante la pandemia, sino el resto del tiempo. No es mentira que la creciente información que surge en los medios de comunicación, diluye el dolor ajeno, ya que después de la nota de una desgracia, podemos seguir con los “mejores memes de la semana”, podemos observar en las redes sociales pronunciamientos políticos o a favor de los derechos humanos, seguidos por una frase, un chiste o un video cómico.

La rapidez con la que estamos viviendo, siempre con la visión puesta en el placer inmediato, puede ser abatida en cuanto tomemos conciencia de ello, ya que como dijo Friedrich Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”: En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo.

 

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