El graznido del cuervo

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Escrito por Jimy Cruz


Cuatro bloques necesitamos para entender la producción, el indicador estrella de toda economía. Tres serían la inversión, el consumo y el balance de las exportaciones menos las importaciones. Las familias consumen, las empresas invierten y comercian con el exterior. El cuarto bloque es el Estado que cobra impuestos a empresas y familias, tanto por sus utilidades como por el consumo. Lo recaudado, más cierta deuda, se traduce en gasto corriente e inversión - escuelas, hospitales, carreteras – y para ejercer el monopolio de la violencia, atributo exclusivo del Estado.

Ahora imaginemos al sistema como una carreta. Los caballos son el consumo y la inversión, el cochero las familias. Sentados en el interior van el Estado y los grandes dueños del capital. La carreta avanza mientras los capitalistas pagan sueldos a las familias. Los caballos se alimentan de los tres agentes, el cochero, el Estado y los empresarios puesto que todos consumen o invierten, elementos que explican la dinámica del sistema. El consumo representa al trabajo y la inversión al capital según la dialéctica propuesta por Karl Marx.

Un gran hoyo en el camino es, según la analogía utilizada, la gran crisis que hoy tenemos frente a nosotros. No se puede culpar de ella al Gobierno, ni al capital y mucho menos a las familias. Karl Marx y Henry Thoreau nos podrían ayudar a entender la situación. El cochero vive concentrado en su trabajo, conducir la carreta y alimentar a los caballos es su labor. Su afán, recibir el dinero con la frecuencia necesaria para mantener a su familia. Mientras avanza escucha el graznido de los cuervos, el canto le proporciona alivio, por momentos olvida lo desdichada que es su existencia en una carreta que no es de su propiedad y que no sabe a dónde se dirige.

Al atardecer cuando en el horizonte se vislumbran los últimos rayos del sol y se anticipa la oscuridad de la noche, llegan aún más cuervos. El sonido de estos le parece tan revitalizador que sueña con un amanecer donde ya no tendrá que trabajar ni sufrir. Un paraíso lleno de felicidad y plenitud. Le aconsejan entregar abnegadamente  su trabajo al capitalista. En el pasado ha querido revelarse pero lo someten las órdenes del Gobierno, quien además le extrae un porcentaje de sus ingresos. Lo aborrece pero hace mucho tiempo firmó un contrato que lo obliga a obedecer en nombre del bien común. También le teme pues el Estado no dudará en utilizar la fuerza para someterlo.

Ante el gran hueco en el camino, el capitalista le exige al Gobierno que acuda en su rescate, hay que repararlo de inmediato, es imperativo pues la carreta debe avanzar. El Gobierno no cuenta con recursos suficientes para hacerlo, los impuestos son limitados y le recuerda que en los últimos años tuvo que adelgazar por las severas dietas impuestas, esas que han llamado políticas de estabilización fiscal. Después de un breve jaloneo, capitalistas y Estado, quienes tradicionalmente se han puesto de acuerdo, estipulan que éste utilice los impuestos más cierta deuda para reparar el camino y de ser necesario sea el cochero quien descienda y mueva la carreta.

En sueños el cochero escucha el canto de otro cuervo. Este un poco más pragmático, revélate le dice. No pagues tus impuestos a un Estado que no procura tu interés. Tendrás que pagar la deuda para reparar el camino. Además no te has percatado, pero mientras avanza la carreta el único interés del Estado es someter nuevos territorios donde viven personas como tú, pero más pobres y necesitadas, débiles. Tú recibes un sueldo pero hay muchas personas que son propiedad de otras. Es la institución más aberrante en la naturaleza humana, se llama esclavitud y millones habitan en ella aún sin saberlo. Con tus impuestos pagas guerras injustas que propagan el régimen de explotación al  que tú mismo estás sometido.

Henry Thoreau, filósofo norteamericano del siglo XIX escribió un ensayo radical alentando la desobediencia civil y no pagar tributos al Estado opresor. Thoreau, se sorprendería al escuchar economistas que invocan políticas basadas en la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero obra del inglés John M. Keynes para rescatar al sistema, toda vez que dicho gasto y deuda lo pagará el pueblo con más impuestos e inflación.

El Estado y los capitalistas contratan aves que con su trino desorientan y distraen al laborioso conductor. Son las redes sociales y los medios de comunicación. Temen que el cochero finalmente se entere que trabaja para beneficio del capitalista, paga impuestos a un Estado opresor al que además obedece ciegamente, vive profundamente concentrado en recibir su sueldo y encantado por los cuervos que le ofrecen consuelo y felicidad en un paraíso incierto. Temen a la verdad revelada por el filósofo de Tréveris, a saber, la alienación por el dinero, el Estado burgués y la religión.

Hoy ante la crisis el graznido de los cuervos es cada vez más fuerte  y confunde. Debemos ser precavidos. La carreta podría descarrilarse y acabar con el cochero, el Estado y los capitalistas. Pocas veces el sistema ha estado ante semejante riesgo.

 

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