La ociosidad es la madre de todos los vicios

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Escrito por Martín Alberto Dávila Bello


Resulta interesante que en una obra como la de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en su segunda parte, motivo de este ensayo, la cual está impregnada de refranes, y de la que existen estudios paremiológicos, para saber el origen de los mismos, no aparezca el refrán: “La ociosidad es la madre de todos los vicios”, esto lleva a pensar a propósito de las bromas que le realizan los duques a don Quijote y Sancho, que dicho refrán seguramente no era conocido tal como lo conocemos ahora, pues no son pocas las veces que el propio don Quijote hace alusión a la ociosidad y los perjuicios que ella acarrea; y por otro lado, que la ociosidad no era considerada un vicio, es decir, la sensación de desesperación y malestar que se produce en un individuo, cuando no realiza un hábito.

El ocio tiene distintas acepciones. Por un lado, es el cese de toda actividad en donde uno sólo se dedica al reposo. Asimismo, se denomina ocio al tiempo libre con que cuenta una persona, el cual destina a realizar aquellas actividades recreativas que le brindan diversión y placer.1

Para los duques era una diversión ir de caza, cuyo ejercicio es, conforme a las palabras del propio duque: “el más conveniente y necesario para los reyes y príncipes que otro alguno”, o volatería “que también es sólo para reyes y grandes señores” (XXXIV, pág. 816),2 pero es un hecho, que les causó un gran placer inventar las escenas de mofa que le hicieron a Don Quijote y a su escudero con el afán expreso de burlarse de ellos, pues como nos dice el narrador: “Cuenta, pues, la historia que, antes que a la casa de placer o castillo llegasen, se adelantó el duque y dio orden a todos sus criados del modo que habían de tratar a don Quijote” (XXXI, pág. 784), ya que ellos: “por haber leído la primera parte de esta historia y haber entendido por ella el disparatado humor de Don Quijote…, con presupuesto de seguirle el humor y conocer con él en cuanto les dijese…”

En la época en que se desarrollan las aventuras del Caballero de la Triste Figura, había una reducida clase ociosa y una más numerosa clase trabajadora. La clase ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en la justicia social; esto la hacía necesariamente opresiva, limitaba sus simpatías y la obligaba a inventar teorías que justificasen sus privilegios. Estos hechos disminuían grandemente su mérito, tal es el caso, de los duques que como dice Javier Salazar: “Las burlas entre banales y crueles, que los Duques organizan con Don Quijote y Sancho, dicen muy poco a favor del talante moral de quien las inventa y del carácter perverso y servil del que las ejecuta”3 pero, a pesar de estos inconvenientes, ésta clase, no así los duques, contribuyó a casi todo lo que llamamos civilización. Para llegar a esta idea hay que hacer una distinción entre el ocio vulgar y el filosófico, ya que el ocio vulgar estaba destinado a la plebe y a los marginados sociales por lo que no comprendía ninguna dignidad, dice don Quijote al respecto: “Del linaje plebeyo no tengo que decir sino que sirve sólo de acrecentar el número de los que viven, sin que merezcan otra fama ni otro elogio sus grandezas” (VI, pág. 592). Esto deja, la acepción del ocio filosófico, a los estratos sociales más altos. Ocio al cual se le daba un valor dignificante. Bertrand Rusell dijo: “Sin la clase ociosa, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie.”4 Ya que esta clase cultivó las artes, descubrió las ciencias; escribió los libros, inventó las filosofías y refinó las relaciones sociales. Aun la liberación de los oprimidos fue, generalmente, iniciada desde arriba.
 Entrando en el mundo de las especulaciones quizá esto lo sabía Cervantes por eso escribió: “…que tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados, y que no estaban los duques dos dedos de parecer tontos, pues ahínco ponían en burlarse de dos tontos” (LXX, pág. 1077). Pues ellos, no representaban decorosamente el papel que les tocó en la escala social, ya que se asemejaban más a las de los hombres rústicos, vulgares y legos, clase a la que no pertenecían.
Como el hastío de los nobles solía ser inacabable, muchos palacios señoriales y casas de caballeros, igual que las cortes de los reyes, contaban con bufones, truhanes 5 y juglares, especializados en combatir el tedio del señor con gracias y desvergüenzas poco educadas, en opinión de muchos, para ser dichas ante tales auditorios. Como los duques ya conocían la historia publicada de don Quijote, y hartos de diversiones monótonas, utilizan a Sancho y Don Quijote para combatir su fastidio, convirtiéndolos por unos días en sus bufones, preparando las escenas teatrales del castillo según los sueños del caballero y su escudero, para eso, son llevados al castillo con mentiras: “Digo que venga el señor Caballero de los Leones a un castillo mío que está aquí cerca, donde se le hará el acogimiento que a tan alta persona se debe justamente, y el que yo y la duquesa solemos hacer a todos los caballeros andantes que a él llegan” (XXX, pág. 783), más adelante en este mismo capítulo se lee: “entraron a don Quijote en una sala adornada de telas riquísimas de oro y brocado; seis doncellas le desarmaron y le sirvieron de paje…a don Quijote para que imaginase y viese que le trataban como caballero andante”;  esto sin dejar de lado la visión que le causó Sancho a doña Rodríguez que lo confundió como parte del séquito de los duques: “-Hermano, si sois juglar- replicó la dueña-, guardad vuestras gracias para donde lo parezcan y se os paguen; que de mí no podréis llevar sino una higa” (XXXI, pág. 785).

Cervantes muestra a los duques como personas obsesionados por una frenética sed de vivir y gozar, en medio del lujo se entregaban a una vida licenciosa. Don Quijote, hablando de los trabajos de los caballeros andantes y la blandura de los caballeros coetáneos, dice: “Mas ahora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía, y la teórica de la práctica de las armas” (I, pág. 556) y más adelante dentro de lo que le escribe en una carta a Sancho, siendo este Gobernador de la ínsula de Bataria le dice: “…yo pienso dejar esta vida ociosa en que estoy, pues no nací para ella” (LI, pág. 942), refiriéndose a su estadía con los duques. O cuando le pide don Quijote permiso al duque para irse a Zaragoza en el capítulo LII y más adelante dice el narrador: “Ya le pareció a don Quijote que era bien salir de tanta ociosidad como la que en aquel castillo tenía”. (LVII, pág. 980)

La ociosidad como se ha visto puede llevar a la invención, pero también puede llevar a la mentira, y dentro de la  mentira se puede analizar otras vertientes de la obra, tanto de la primera parte, como de la segunda, para después tratar de unificar con la ociosidad. Así pues, se tiene que hay mentiras que lo único que buscan es ayudar a don Quijote, o por lo menos a no hacerle ningún daño y mucho menos sobajarlo o a humillarlo, mientras que hay mentiras que le causarán daño al caballero.
En la primera parte (1605) don Quijote se engaña a sí mismo la mayoría de la veces, ve molinos que está seguro son “gigantes”, ventas que son “castillos”, las mulas de los religiosos las confunde con dromedarios, rebaños que son “ejércitos”; los engaños que hay por parte del ventero que le llevó la corriente cuando le convenía y lo armó caballero; cuando Sancho le dijo que había entregado su carta a Dulcinea (1ª parte, XXV), o el capítulo de los batanes (1ª parte, XX, pág. 177), en donde le amarra las patas a Rocinante para que no avance por el temor que le causaba lo dejara solo don Quijote, aquí no hubo violencia física, que decir cuando Dorotea se convierte en la princesa Micomicona (XXIX); o del final de la primera parte, donde a través de los  engaños de don Fernando, Cardenio, el cura y el barbero don Quijote regresa enjaulado a su aldea. Pero es en la segunda parte (1615), donde los engaños y mentiras serán todos una farsa continua de gente “principal” o señores como el mismo don Quijote se refiere a los duques: “Rompió también el silencio don Quijote, diciendo a Sancho: Ten paciencia, hijo, y da gusto a estos señores…” (LXIX, pág. 1073), las mentiras son crueles y planeadas, que se acentúan con Sancho en los capítulos referentes a la ínsula de la Bataria.

 En los veintinueve capítulos que se desarrollan en el castillo ducal, pareciera que Cervantes trató de mostrar el carácter cruel de la aristocracia, quienes al estar en una total holgazanería, aprovechan la estancia de don Quijote y Sancho para burlarse incisivamente de ellos, haciéndoles bromas pesadas, que sobrepasan la dignidad humana y que muestran la indolencia de los duques, aquí, al ser planeada la violencia en contra de Sancho y su amo, es diferente a la de la primera parte, pues hay un placer ante la humillación de don Quijote y Sancho, los duques se convierten a los ojos del lector en unos sádicos, que gozan haciendo sufrir a sus huéspedes.
Pero también, es cierto, que hay un cambio de actitud de don Quijote en la segunda parte, en especial en los capítulos (XXX-LVII) concernientes al de la estancia de éste en el palacio de los duques, ya que se convierte en un caballero cortesano y lamentable, sumiso al duque y a los poderosos.  

Bien dijo Miguel de Unamuno:  “ahora comienzan las tristes aventuras de don Quijote en casa de los duques; ahora es cuando topó con la bella cazadora -la duquesa- que le llevó a su casa para regocijarse con él y burlarse de su heroísmo; ahora empieza la pasión del caballero en poder de sus burladores. Aquí es donde la historia del generoso hidalgo se hunde en desfiladeros de lamentable miseria; aquí es a donde su magnanimidad y discreción responden la bellaquería y la sandez de aquellos próceres que creían sin duda nacidos a los héroes para divertirles y serviles de juguetes y zarandillos”. 6

La frívola crueldad de los duques es un punto de partida, pues la trama de la segunda parte del Quijote está, casi totalmente inventada por los duques, y paradójicamente no se les podría condenar sin condenar a la obra. Lo cierto es que la convivencia en el palacio ducal es opresiva y dolorosa. La burla es el único vínculo efectivo y real en que se basa.  Entre los duques y don Quijote y Sancho no existe ninguna relación cordial y estimativa. A Don Quijote le tratan como a loco y solo para disfrutar con su locura.

Es por eso la reacción de don Quijote ante las repetidas humillaciones que le infligen a lo largo de su historia, es sorprendente. Ya que no suele darse por ofendido, echa la culpa de su desventura a los encantadores. Tal rasgo es muy curioso y conviene reparar en el. Don Quijote despersonaliza generalmente a sus ofensores. No concibe una intención perversa en las personas que lo rodean. Tan extraña y ejemplar actitud se debe a dos razones principales. En primer término, obedece a que la personalidad que don Quijote es invidente para la maldad. Su mirada es una mirada idealista. Todo aquello existe, y es real, y cae bajo sus ojos, se encuentra limpio de malicia. En su historia la maldad es una cosa de encantadores y no de hombres: “la envidia que algún mal encantador debe de tener a mis cosas, todas las que me han de dar gusto trueca y vuelve en diferentes figuras que ellas tienen” (VIII, pág. 608). En segundo término, justo es decir que don Quijote no comprende las burlas porque desea ser engañado. Quien no encuentra en el mundo lo que quiere, ciega. Don Quijote como todos los hombres ve lo que quiere ver.  Este es su más profundo rasgo personal.

Se hablaba que existen mentiras que podrían calificarse como “piadosas” o “buenas”, que en el caso de don Quijote, le ayudarían a regresar a su aldea, y por el contrario, otras que son en perjuicio de él.

Los moralistas suelen estar de acuerdo en que la mentira es mala. Pero coinciden también en que la hace mala, no el simple hecho de inducir a error, sino la intención de engañar o el daño que con ello se causa a otros. 7 Por ello, excluyen del pecado la mentira jocosa que se dice para hacer reír, y la oficiosa que se dice en provecho del que la oye o para evitarle un sufrimiento (Sancho vuelve a engañar a su amo al decirle que Dulcinea viene a su encuentro: “¡Santo Dios! ¿Qué es lo que dices, Sancho amigo? Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas” (X, pág. 618). Estas atenuaciones de la malacia de la mentira subrayan la importancia primordial de la intención en el que miente. Nunca será verdad que el fin justifique los medios, cuando el fin y los medios son cosas o acciones distintas con distinta moralidad. Pero en este caso la moralidad de la mentira se diferencia muy poco o casi nada de la intención de la que la emplea. 8 No es, por ello, del todo disparatado lo que dice don Quijote: “No se puede ni deben llamar engaños los que ponen la mira en virtuosos fines”. Haciendo referencia al capítulo de las bodas de Camacho, donde Basilio logra casarse con Quiteria gracias a un engaño (XXII, pág. 715). Este planteamiento recuerda el engaño bien intencionado y concertado que tenían el cura y el bachiller Sansón Carrasco en los primeros capítulos de ésta segunda parte: “y el bachiller fue luego a buscar al cura, a comunicar con él lo que se dirá en su tiempo” (VII, pág. 595), engaño que es revelado hasta el capítulo XIV, en donde aparece el misterioso caballero del Bosque, que cuando es vencido por don Quijote es llamado Caballero de los espejos, que no era otro, que Sansón Carrasco, cuya intención era vencer a don Quijote y hacerle que “volviese a su pueblo y casa y no saliese de ella en dos años o hasta tanto que por él le fuese mandado otra cosa” (XV, pág. 657), con la esperanza que el reposo lo aliviara de su locura a su amigo.    

A este respecto, Orígenes y Casiano pensaban que la diferencia entre la mentira y la falsedad, es que la primera lesiona el derecho o el bien de los demás y la segunda no daña a nadie. Así pues, en este pasaje el único dañado fue Sansón Carrasco, pero a diferencia de los duques él realizó una farsa para salvar a don Quijote, tal como lo había hecho Sancho en otras ocasiones, mientras que los duques mintieron a don Quijote y Sancho Panza para convertirlos en sus trastulos.
Las mentiras de los duques, y el escarnio en la persona de sus huéspedes alcanzan cimas atroces. El desfile de burlas crueles empieza en el capítulo XXXII, cuando una criada muy seria le enjabona la cara al dócil caballero. Ésta es la primera burla que se inventa la servidumbre. Dice Vladimir Nabokov que los señores (los duques) vacilan entre la cólera y la risa, no sabiendo si castigar el atrevimiento de las muchachas o si recompensarlas por el placer de ver a don Quijote en tal estado, con la cara llena de jabón. 9, lo cierto es, que se sale del control de los duques la broma, como en el caso del capítulo LVI, donde el lacayo Tosilos no ataca a don Quijote y por el contrario pide la mano de la hija de la dueña doña Rodríguez. (pág. 978).

La soez broma con los gatos echados en el cuarto del caballero, broma mas cruenta que ingeniosa, donde don Quijote salió herido porque un gato “le asió de las narices con las uñas y los dientes, por cuyo dolor don Quijote comenzó a dar los mayores gritos que pudo” (XLVI, pág. 898).

Es importante subrayar que don Quijote dentro de su locura hace daño físico, incluso a los que lo intentan ayudar, como ejemplo está el final del capítulo XV donde el propio Sansón Carrasco sufre las consecuencias de la demencia del de la Triste Figura: “que el dolor grande de mis costillas no me dejan hacer más piadosos discursos” (pág. 658), pero este daño, es eminentemente inconciente. No así lo hacen los duques y sus vasallos con don Quijote y Sancho, ellos lo hacen de una manera premeditada y consciente, por lo tanto con crueldad.

Pero también, existe otro tipo de daño, el psicológico y los duques se ensañan con Sancho, qué mayor burla abusiva y despreciativa hacia un hombre rústico como lo era Sancho, que engañarlo al hacerlo creer que será un gobernador de una ínsula, hombre “principal” como ellos; lo cambian de ropas de un simple labrador y lo visten de bufón señorial, dice el narrador: “El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente” (XLV, pág. 888). Ya registraba a este respecto Fray Benito de Peñalosa: “quando un labrador viene a la ciudad y más quando viene de algún pleyto, quién podrá ponderar las desventuras que padece, y los engaños que todos le hazen, burlando de su vestido, y lenguaje”. 10

Siendo “gobernador” Sancho, quiere disfrutar del platillo llamado olla podrida, que es de su gusto, pero aparece su doctor de cabecera Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera, que le impide comer, y por el contrario le impone una dieta: “ Mas lo que yo sé que ha de comer el señor gobernador ahora para conservar su salud y corroborarla, es un ciento de cañutillos de suplicaciones y unas tajaditas sutiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión” (XVII, págs. 901-902), es decir, le pasearon a sus ojos manjares y no lo dejaron probarlos, en una clara muestra de abuso del estado en que se había dejado reducir el escudero. El último día en que Sancho gobernó su ínsula, fueron los propios vasallos del duque, quienes para divertirse, pusieron a Sancho entre dos pavases como si fuera una tortuga, derribándolo, pisoteándolo y bailando sobre él (LIII, pág. 956), cuando Sancho derrotado, acepta que no sirve para gobernador les dice: “Vuestras mercedes se queden con Dios y digan al duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano” (LIII, pág. 957), pareciera que en los vasallos hay un instante de arrepentimiento por todo lo que le hicieron pasar a Sancho, sin embargo, quieren divertirse con él hasta el último momento, ya que regresando a su escenificación cruel, le dicen que todo gobernador está obligado a someterse a un juicio para dar cuenta de su cargo.

Divertirse a costa de otros, habla de la frivolidad de los duques y de la maldad que en ellos había, ellos tienen dinero pero no tienen reconocimiento, por eso, necesitaban de dos personajes populares, pues don Quijote y Sancho lo eran, ya que sus aventuras de la primera parte, eran conocidas por los duques, es por ello quizá, que se ensañan en sus bromas, era una forma de sentirse superiores.

El mordaz retrato que hace Cervantes de los duques como unos personajes ociosos, a los que no se conoce una dedicación profesional y que pasan todo el tiempo que permanecen don Quijote y Sancho entregados a organizar espectáculos burlescos, privilegiados, no concuerda con los otros nobles que aparecen en esta segunda parte. El caballero barcelonés, don Antonio Moreno, se presenta como una persona discreta, afable y amiga de entretenimientos honestos (LXII, pág. 1021); el caballero valenciano, cuatralbo o general de la flota de las galeras de Cataluña, cuyo nombre se dice, es descrito como una persona competente en el ejercicio de su función; el virrey o visorrey de Cataluña, cuyo nombre tampoco se menciona, además de su rango nobiliario se retrata de una forma favorable; y el modelo intachable de vida cristiana y moral en el Quijote lo encarna un noble, don Diego de Miranda, pues miraba a don Quijote de una manera compasiva, dice el narrador: “Don Diego y su hijo le alabaron su honrosa determinación y le dijeron que tomase de su casa y de su hacienda todo lo que en su grado le viniese, que le servirían con la voluntad posible, que a ello les obligaba el valor de su persona y la honrosa profesión suya” (XVIII, pág. 688).

La relación de don Quijote con los duques termina álgidamente: “Yo señor duque, jamás he sido ladrón, ni lo pienso ser en toda mi vida, como Dios no me deje de su mano. Esta doncella habla (como ella dice) como enamorada, de lo que yo no le tengo culpa, y, así, no tengo de qué pedirle perdón ni a ella ni a Vuestra Excelencia” (LVIII, pág. 983). Cuando don Quijote sale del castillo ducal, podría pensarse que ya se acabó el vínculo con ellos, que los duques al ser personas leídas, grandes conocedores de la literatura caballeresca en general, no sólo de los libros de caballerías, en la que se inspiran para organizar los espectáculos burlescos, habían dado por finalizada su representación, sin embargo, es tanto la ociosidad de los duques, que más adelante vuelven a traer a Sancho y a su amo, para seguir con sus engaños y sus burlas, pero en esta ocasión Sancho no se deja ultrajar por las bromas: “¡Encantan a Dulcinea, y azótanme para que se desencante; muérese Altisidora de males que Dios quiso darle, y hanla de resucitar hacerme a mí veinte y cuatro mamonas y acribarme el cuerpo a alfilerazos y acardenalarme los brazos a pellizcos! ¡Esas burlas, a un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus, tus!” (LXIX, pág.1072). Pareciese que Sancho hubiera tomado conciencia de las burlas de que fue objeto. Lo cierto es que como dice el narrador a propósito de la presentación de don Antonio Moreno: “porque no son burlas las que duelen, ni hay pasatiempos que valgan, si son con daño de terceros” (LXII, pág.1021).

Como conclusión, se puede decir que existen diversas aficiones asociadas al ocio, lo paradójico es que muchas de estas actividades requieren de más esfuerzo y atención que las labores en un trabajo normal, los duques se esforzaron, y como ya disponían de lo suficiente para vivir se propusieron a ocuparse en una clase de trabajo inicuo.

El sistema de una clase ociosa hereditaria sin obligaciones es, extraordinariamente ruinosa, es quizá lo que Cervantes trató de plasmar en esta su obra. Los duques como un instrumento para organizar festejos y burlas en su palacio y dominios como si se tratase de una corte, réplica paródica de las cortes regias de las novelas de caballerías, en las que los caballeros andantes son acogidos y agasajados. Hay que recordar que los duques no tenían otra ocupación que gobernar sus dominios y vieron en don Quijote y Sancho Panza la gran oportunidad de salir de la monotonía de sus vidas, pero al no tener referencia alguna se sobrepasaron, y rebasaron fácilmente la línea de la diversión a la crueldad, de la burla a la humillación. Y como dijera el propio don Quijote: “tiempos hay de burlar y tiempos donde caen y parecen mal las burlas” (IX, pág. 611).



1 Diccionario Enciclopédico Grijalbo. Ed. Grijalbo. Barcelona. 1995.

2 La edición que se utilizará para hacer las citas es la Edición del IV Centenario, de la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española.

3 Salazar Rincón, Javier. El mundo social del “Quijote”. Ed. Gredos. Madrid. 1986.

4 Rusell, Bertrand. Elogio de la ociosidad. Ed. Edhasa. Madrid. 2000.

5 Covarrubias, Sebastián, Tesoro de la lengua castellana o española (1611). Madrid. Ed. Turner, 1979. p. 981. Según Covarrubias, es: “El chocarrero burlón, hombres sin vergüenza, sin honra y sin respeto; este tal, con las sobredichas cualidades, es admitido en los palacios de los reyes y en las casa de los grandes señores, y tiene licencia de decir lo que se le antojare, aunque es verdad que todas sus libertades las viene a pagar, con que le maltraten de cien mil maneras y todo lo sufre por su gula y avaricia”.

6 Miguel de Unamuno. Vida de don Quijote y Sancho. Renacimiento. Madrid. (p. 189).

7 Si no daña, ni tiene intención de dañar, la simple mentira o engaño no pasa, según los moralistas, de pecado venial.

8 Muñoz Iglesias, Salvador. Lo religioso en el Quijote. Toledo. Seminario Conciliar. 1989. pp. 276-277.

9 Nabokov, Vladimir. Curso sobre el Quijote. Ed. Grupo Zeta. España. 1997.  p. 127-128

10 Fray Benito de Peñalosa, Libro de las cinco excelencias del español que despueblan a España para su mayor potencia y dilatación, Pamplona, 1962. fol. 87.

 


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