Homo Individualis

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Escrito por Omar Carricho Mena


“No podemos eludir la impresión de que el hombre suele aplicar cánones falsos en sus apreciaciones, pues mientras anhela para sí y admira en los demás el poderío, el éxito y la riqueza, menosprecia, en cambio, los valores genuinos que la vida le ofrece.” Sigmund Freud.

Hace poco tiempo un amigo me pidió mi opinión como sociólogo acerca del porqué Facebook era tan adictivo para algunas personas. Como en ese momento le comenté, es algo complejo para analizarlo en una breve plática. Empero, aprovecho esta oportunidad para escribir una opinión más amplia, esperando siempre que resulte interesante para el lector y que podamos comenzar una reflexión más amplia sobre el complejo mundo de las redes sociales.

Para comenzar debemos reconocer que estamos situados en una época en la que las relaciones sociales se han agilizado. Hoy las metas se trazan a corto plazo y exigimos resultados inmediatos, atrás quedaron los planes que requerían esfuerzo y tiempo, vivimos en el tiempo de lo inmediato. El filósofo Zigmunt Bauman ha bautizado esta temporalidad como “Modernidad Liquida”, en la cual todo fluye y se amolda de manera rápida, dejando inutilizada la experiencia anterior, puesto que todo se renueva y parte del inicio.

Esta forma de vida ha traído consigo una exacerbación de la individualidad, poniendo antes que a la comunidad al individuo. Los valores sociales han evolucionado y han transformado a nuestras sociedades en individuos hedonistas, personas seguidoras del goce personal, “la referencia comunitaria se ha convertido en una <<tecnología>> del yo”.1

Una sociedad en la que el trabajo es rebajado, donde nadie quiere ser “Godínez”, todos quieren gozar de los placeres que nuestra sociedad nos ofrece. Fiesta entre semana, fines de semana fuera de la ciudad, son los tiempos del shopping por entretenimiento, los tiempos de la publicidad seductora, de la efervescencia por las diversiones variadas, la manía por las vacaciones, que nos ciñen en un mundo caracterizado por la abundancia y los placeres, la despreocupación y la ausencia de trabajo.

Dentro de la sociedad se busca tener un ingreso holgado, no como parte de superación personal, sino para gozar de los lujos que nos ofrece nuestro mundo hedonista. El placer del individuo es lo primordial, vivimos para satisfacer al yo. Sin duda nacen grupos de referencia, clanes que comparten gustos, intereses y más que nada opiniones. La pluralidad de identidades permite formar grupos selectivos, que sustituyen a las antiguas comunidades en las que se ponía a prueba nuestras habilidades para relacionarnos; la gran conectividad que gozamos hoy en día, nos otorga la posibilidad de seleccionar a nuestros amigos, he ahí la importancia de las redes sociales.

Las redes sociales nos permiten elegir a quienes formarán parte de nuestro grupo virtual y en caso de que alguien no comparta nuestra opinión, solo es necesario eliminarlo o bloquearlo, para que nuestra comunidad quede intacta y se mantenga su “armonía”. Freud nos decía “El aislamiento voluntario, el alejamiento de los demás, es el método de protección más inmediato contra el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas”2 y hoy lo podemos atestiguar de una manera más salvaje.

No pasa desapercibido que cada vez cuesta más trabajo sostener una plática con alguien sin que mire su teléfono, pasamos gran parte de nuestro tiempo observando qué sucede en la vida de nuestros grupos virtuales, o comunicándonos con gente que no está presente, relegando al olvido a las personas que comparten el espacio con nosotros, pero como lo describimos atrás, es debido a la dificultad que representa el convivir con una persona que nos exige habilidades relacionales al no compartir nuestros gustos, aficiones u opiniones al cien por ciento.

Si hasta el momento no se ha escrito lo suficiente para que nos demos cuenta del porqué de la adicción a las redes sociales, observémoslo desde otra arista. Como se mencionó al principio, deseamos obtener la máxima satisfacción con el menor esfuerzo y sin duda la fama, el prestigio, el poder y el éxito es algo que se nos invita a codiciar desde pequeños. Con este escenario imaginemos a un individuo postrado ante una realidad que lo invita a convivir con más de 7,000 millones de habitantes alrededor del mundo o situémoslo en nuestro país, cuya población es mayor a los 112 millones de habitantes.

Bajo esta situación comencemos a visualizar la dificultad que ofrece nuestra realidad para sobresalir ante los demás. Con el surgimiento de las redes sociales, que nos ofrecen como veíamos anteriormente, la posibilidad de seleccionar nuestros amigos, comenzamos a cerrar filas, haciendo grupos pequeños y eliminando con un clic la competencia. Haciendo que nuestra voz cobre fuerza mediante la repetición de nuestras ideas por parte de nuestros amigos virtuales, como dijo Zigmunt Bauman en una entrevista al Diario “El País” en enero de este año “Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”.3

Este eco de la voz que nos menciona el filósofo polaco es lo que vuelve tan adictivas a las redes sociales. Ese empoderamiento que nos otorgan ese mundo virtual, en el que nuestra voz y conciencia es válido, un mundo en que la controversia o la tolerancia no es necesaria, ese es el mundo de las redes sociales, nunca había sido tan fácil terminar una discusión como hoy en día, porque actualmente tenemos la oportunidad de tener el argumento final con el botón BLOQUEAR.

Para finalizar me gustaría dejar como recordatorio que el mundo de las redes sociales “no es el escapar de uno mismo en emociones y fusiones colectivas lo que predomina, sino el HOMO INDIVIDUALIS que es dueño de sí incluso en la definición social del yo”.4


Referencias

1 Lipovetsky, Gilles. La felicidad paradójica. Editorial Anagrama, S. A. Barcelona, España. 2007. Pág. 206.

2 Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. Ediciones Folio, S. A. Barcelona, España. 2007. Pág. 25. 

3 Bauman, Zigmunt. Diario “El País”. 21 de enero de 2016. http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html

4 Ibidem. Pág. 206.

 


 

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