México en la Economía Mundial

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Escrito por Miguel Luis Anaya Mora


En los últimos quince años (2001-2015), la economía mexicana creció a una tasa promedio anual del 2.8%. Esto significó que el valor del PIB a precios constantes pasara de un total de 10,226,682.4 millones de pesos en 2001 a 14,110,099.3 millones de pesos en 2015. Para 2016 se estima un crecimiento de 2.2% anual, según cifra dada a conocer en fecha reciente por el Secretario de Hacienda y Crédito Público.

Si bien dicha tasa es relativamente baja (México requiere crecer al 5% anual, simplemente para generar los nuevos empleos que demanda la población), es superior al promedio al que han crecido en los últimos años Rusia (-3.8% en 2015), Brasil (-3% en ese mismo año), la Unión Europea (1.5%) y Japón(0.6%); corresponde al nivel del Reino Unido (2.5%) y los Estados Unidos (2.6%); aunque se encuentra por debajo del de China (6.8%) y la India (7.3%).

Cabe advertir que pocos países crecen actualmente con ese dinamismo: el Producto mundial lo hizo al 3.1% anual en 2015, las economías avanzadas al 2% y las economías de mercados emergentes y en desarrollo al 4% en dicho año. Por otro lado, en México, factores macroeconómicos básicos, como la inflación, se encuentran relativamente estables y otros han seguido tendencias internacionales a fin de mantener la competitividad del país, como la tasa de interés. El Banco de México reporta una tasa de inflación acumulada, para 2016 de 3.36%, superior al 2.13% de 2015, pero inferior al 4.08% y 3.97% de 2014 y 2013, respectivamente. Comparativamente, en 2016 en Brasil fue de 6.29%, en Rusia de 12.91% (2015) y en la India de 6.32% (2015). Por su parte  en China fue de 2.31% en 2016 y en los Estados Unidos de 0.73% (2015).

En ese contexto, si bien debemos aceptar la existencia de elementos de presión, tanto internos como externos, pareciera un poco aventurado hablar de la “crisis que afecta a nuestro país”, sin que por ello deba soslayarse la necesidad de adoptar las medidas necesarias para enfrentar la volatilidad existente, particularmente en los mercados financieros internacionales y los retos que representa un eventual cambio en la política comercial que se vislumbra en los Estados Unidos y que se inició en Gran Bretaña, con su salida de la Unión Europea, países ambos que por otro lado, fueron los promotores de la liberalización económica y la globalización, pero que, no acostumbrados a perder, que al ver afectados sus intereses, han iniciado un proceso de reversión al proteccionismo, política que estimamos difícil de instrumentar en una economía ampliamente globalizada.

De instrumentarse unilateralmente, llevaría seguramente a una guerra comercial con consecuencias no predecibles y una negociación como la que plantea el Reino Unido en el caso europeo, o como la que se vislumbra en el caso de los Estados Unidos con sus socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, no se observan de fácil realización.  En ambos casos, el perjudicado será el consumidor final.

Por otro lado, las cadenas de valor construidas a lo largo de los últimos años, son difíciles de desmantelar y de alguna forma garantizan su continuidad, pero deben diversificarse a fin de evitar una alta dependencia de un solo mercado cuyas decisiones puedan ocasionar algún deterioro, desajustes o desequilibrios en nuestro proceso de crecimiento. La cancelación de proyectos en la industria automotriz, son ejemplo de ello; y las salidas de capital de corto plazo son otro ejemplo.

También debemos ser realistas: es alentador esperar un elevado ingreso de inversión extranjera, pero plantearlo en un escenario como se vislumbra el actual, podría llevarnos a plantear metas no alcanzables.   No puede olvidarse que, aunque por razones diferentes, Brasil vivió problemas semejantes al desacelerarse el crecimiento de China hace unos años, y que constituía para ellos su principal mercado.

El Gobierno Mexicano debe estará preparado para cualquier escenario que se presente, con visión de futuro: medidas como las adoptadas en materia de tasas de interés y las subastas de dólares en el mercado, pueden ayudar en el corto plazo, pero no son la solución de problemas estructurales como la generación de empleos  que plantean los estadounidenses y los problemas de desigualdad que no se han solucionado en México, por señalar sólo algunos ejemplos.

Hay que ver el futuro con esperanza, pero con realismo y prepararnos para los retos que puedan presentarse.

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